martes, 7 de agosto de 2018

La Rioja 7 de Agosto

Hoy hemos visitado el monasterio de Suso y Yuso, ambos en San Millán de la Cogolla. El monasterio de Suso, en un alto, es el más antiguo. Se inició cuando San Millán, que nació en el 473, se retiró a hacer vida eremita. Según nos contaron era pastor y en un sueño recibió la llamada de Dios. Se fue a vivir con otro eremita de San Felices, donde aprendió sobre la vida eremítica y el evangelio. Hasta que decidió instalarse como eremita por su cuenta, en una cueva que el mismo hizo. Su fama de santo se fue extendiendo y pronto tuvo una pequeña comunidad eremita junto a él, formada por hombres y mujeres, que añadieron nuevas cuevas donde instalarse (oquedades en la roca), y enterrarse. San Millán vivió hasta los 101 años (a mí me cuesta creerlo), y la comunidad continuó su labor y el mantenimiento de su memoria. Y se fue edificando un monasterio en torno a las cuevas, para ir acogiendo la cada vez mayor comunidad. Primero uno visigodo, luego uno mozárabe y luego otro románico. La comunidad fue próspera y se fue incrementando y la gente acudía a venerar al santo, que según cuenta había obrado ya varios milagros en vida.... Las diferentes partes del monasterio se pueden ver en la visita, además de la cueva original de San Millán, y un sepulcro donde no está enterrado....




















Tiene, una interesante colección de grafittis medievales en la fachada de acceso al templo. Algunos son mero texto y otros muy curiosos.

Por cierto, Suso significa arriba (sursum cordam... arriba los corazones), y yuso abajo (el apellido ayuso es "el de abajo".

El monasterio de yuso fue construido en el siglo XI de factura románica, del que no queda nada, ya que en el siglo XVI y XVII se construyó el actual. Fue levantado por la orden benedictina. La leyenda cuenta que el rey de Navarra quisó llevarse los restos de San Millán con él, y que cuando los llevaban en un carro de mulas, al llegar al actual sitio de Yuso, los bueyes se pararon y no hubo forma de hacerlos seguir, por lo que se determinó que el santo quería permanecer en ese lugar y se edificó el monasterio. Esta leyenda me recuerda a otra que hubo en Ávila donde a un santo le montaron ya muerto en un burro para llevarle a enterrar desde su pueblo a otro sitio y el burro, sin embargo, siguió sin detenerse hasta llegar a la Ávila y detenerse en la actual Iglesia de San Vicente, donde está enterrado en la actualidad.

Es de suponer que los benedictinos vieron el potencial del santo, y se apropiaron de sus reliquias capitalizando, las peregrinaciones y el centro cultural que se había creado en Suso, donde ya tenían biblioteca y copistas. Es más, según nos contó la guía, los benedictinos hicieron todo lo posible por borrar la historia previa de San Millán, al que convirtieron en el primer benedictino, cuando en el siglo V no existían órdenes religiosas.

El monasterio es prácticamente renacentista, a excepción de la parte baja del claustro, que es gótico. Destaca la Iglesia, que es espectacular por la decoración, muy bien conservada y con un coro que divide la iglesia en dos, para los monjes y para el pueblo....


De la época románica sólo conserva unas placas de marfil de la arqueta de madera donde se introdujeron los restos de San Millán y de otras del eremita de San Elices. En esa misma sala hay un virgen gótica, bastante deteriorada.













Destaca su colección de cantorales, completa, de 29 volúmenes, pues todos los oficios eran cantados. Los volúmenes completan toda la liturgia.

Posteriormente hicimos una parada a Anguiano para comer, el pueblo de los danzantes sobre zancos, que bajan una cuesta danzando girando sobre sus zancos. No visitamos el pueblo salvo ver un chozo típico de pastor.


Y de ahí una odisea hasta Ortigosa para ver una cuevas, llamadas la Luz y la Paz. Una carretera mala, con muchísimas curvas, en mal estado. 45 minutos para recorrer 28 kilómetros, subiendo un puerto y bajarlo.... de miedo.

En Ortigosa la cuevas merecen mucho la pena. Son cuevas de estalactitas y estalagmitas, con algunas excéntricas, columnas, coladas, etc.... como en cualquier otra cueva, pero tienen dos peculiaridades, una que el cauce del río que las formó es estrecho, porque la visita es por un pasillo estrecho, y a veces tienes que agacharte un poco, pero es que vas al lado de las formaciones. Yo nunca las he tenido tan cerca.

La otra peculiaridad son los pisolitos. Son unas formaciones con forma de bola, que se generan cuando la zona está cubierta por agua. Aquí se formaron por el rio existente, pero se ha comprobado que el río volvió a cubrir la zona en varias ocasiones, viéndose el nivel al que llegó, al verse pisolitos de diferentes tamaños. Lástima que no dejasen hacer fotos.

Para acceder hay que cruzar un puente de hierro, con suelo de madera, que salva un desnivel de más de 150 metros sobre el río, que es el mismo que hizo las cuevas.




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